#8. Multiplicar la energía
El pasado 21 de abril de 2024 el diario El País publicó un reportaje-entrevista a Kilian Jornet, el corredor de montaña o ultrafondismo más famoso del mundo. El deportista catalán explica que, tras haber subido y bajado muchas de las montañas más altas del planeta en un tiempo récord, ha entrado ahora en una fase vital de más profunda conexión con uno mismo y con el mundo, para la que no rechaza el calificativo de “espiritual”.
El texto del evangelio de este domingo (28/04/2024) apunta en la misma dirección usando también un lenguaje de tipo natural: la vid y los sarmientos (vástago del que cuelgan los racimos). Para Jesús, del mismo modo que un sarmiento no puede crecer si no está unido a la vid, ningún ser humano puede dar fruto si no está unido a él.
La imagen, aunque sea intuitivamente sugerente, requiere pararnos un poco para entenderla, porque los seres humanos estamos continuamente haciendo cosas (dando fruto) estemos, o no, unidos a Él. De la misma manera que Kilian Jornet reconoce que no puede parar de correr (el periodista dice que corre casi de forma desesperada), a muchos seres humanos nos cuesta mucho reducir un nivel de actividad muy alto. Jesús se está refiriendo, por tanto, a otro nivel de acción, de fruto, más profundo. No es cualquier actividad, sino un tipo de acción que perdure, que vaya más allá de nosotros mismos, de nuestros miopes objetivos y necesidades. Y esto sólo puede suceder si lo que nos anima es algo mucho más fuerte que nuestro ego, si nos conectamos con una fuente de vida más profunda.
Con un lenguaje distinto, Kilian recoge la misma idea: “hay equis energía en el universo y lo que pasa es que se transforma… la energía lo es todo, la energía es la vida, y no la podemos crear pero podemos transformarla, y lo bonito es eso: en qué la transformamos. Eso es lo interesante. Yo creo que ahí está el poder de todo, ¿no?”. En física, es lo que se llama la Ley de la conservación de la energía.
A lo largo de mi vida profesional he trabajado duro en varios proyectos y equipos, y he comprobado cómo el cambio de un jefe, de una orientación estratégica, era capaz de echar todo por la borda en cuestión de semanas o de pocos meses. Pero ese todo son actividades y proyectos. No es poco, especialmente cuando te has implicado mucho, pero podemos trascenderlo. Hay algo que nunca esa nueva orientación podrá eliminar. Es todo el amor e ilusión, toda la energía, que dejamos en las personas con las que trabajamos. Creo percibir que la diferencia entre el contenido del artículo y la fe cristiana es que, para el primero, la vida consiste en ser consciente de que hay un flujo enorme de energía que puede circular a través nuestro, una energía sin nombre y sin dirección que puede ser transformada en muchas cosas. Pero la mera transformación no resuelve la cuestión de su sentido. Creo que el título de la entrevista “¿Por qué corres, Kilian Jornet?” apunta precisamente en esta dirección.
En la fe cristiana, dicha energía no es anónima, tiene un porqué y un para qué, también tiene un origen con el que se puede entrar en contacto. Es una energía destinada a dar vida. Y, sobre todo, es una energía que se puede multiplicar cuando pasa a través nuestro, cuando la vertemos en otros, entregándonos nosotros mismos con ella. Es el ejemplo de muchas personas que han descubierto que, viviendo de una determinada manera, conectando con la vida de una determinada forma, y quizás conmoviéndose con el ejemplo de alguien que lo dio todo por la reconciliación de todos, descubren una Fuente de Vida más grande que algunos llamamos Dios.
Para reflexionar:
1. ¿Has pensado alguna vez en tu vida como un flujo de energía?, ¿te resulta sugerente?
2. ¿Has tenido en tu vida circunstancias en las que has puesto mucho amor e ilusión, pero otros quizás han malogrado?, ¿has conseguido superarlo o aprendido de ello?
3. ¿Te ayuda pensar que el amor es una energía divina que se puede multiplicar a través nuestro?