#9. En memoria de Álex
El fin de semana pasado (29 abril) acabó con la noticia de la muerte de Álex en un desafortunadísimo accidente de coche. Alex había sido alumno mío en el primer cuatrimestre del curso académico 2023-24. Con 21 años tenía toda la vida por delante.
El velatorio en el tanatorio fue impresionante. Tantísima gente, sobre todo jóvenes de su edad. Estos, sin palabras, mostrando en sus caras el dolor tan terrible de la pérdida. Entre los adultos la expresión que más se oía era “es muy injusto”. Un día después la ceremonia de despedida. Lleno el oratorio. Al acabar, mientras todo el mundo salía, la clase que casi al entero había acudido, se quedó allí como inmovilizada. Ninguno se atrevía a moverse. Viendo a mis alumnos de esta manera, sentía un enorme deseo de decirles algo, solo que la mayoría de las palabras en ese momento estaban fuera de lugar. Bastaba con estar allí presente. Por eso ahora quiero escribir estas líneas. Para ellos y para cualquier persona a las que puedan ayudar.
En la ceremonia de despedida varios familiares, amigos y compañeros expresaron en breves palabras tanto bien que, para ellos, había representado Álex. Pablo, uno del grupo de amigos más cercano, resumió este sentimiento indicando que sentía no haberle dicho, mientras estaba vivo, todo lo que representaba para él. Y es que solo se revela plenamente lo que somos cuando dejamos de estar aquí. Por falta de oportunidad, vergüenza o, simplemente, no habernos parado a pensarlo. Semejante al solo darnos cuenta del valor de la salud cuando la perdemos.
Esta expresión de todo lo bueno que nos aportó la persona que nos ha dejado, no es, en mi opinión, una mera reacción de circunstancias, una forma de gestionar nuestro dolor, o de consolarnos mutuamente delante de la tragedia. Es la manifestación de que, en el fondo, toda vida tiene sentido cuando es buena para otros. Y darnos cuenta de esto es clave.
Nuestra cultura, quizás nuestra biología, nos llevan a un incesante nivel de actividad. No hay etapa en la vida que no ofrezca posibilidades de crecimiento y acción, hasta que la falta de salud la va minando. A la edad de Álex, y con la formación que los alumnos están recibiendo, esta posibilidad es máxima. Acabando el último año propiamente académico, están a punto de empezar el intercambio internacional y las prácticas profesionales. Y después otros muchos proyectos y posibilidades que vendrán. Además de viajes y conocer muchas otras personas. Es el momento de la máxima potencia.
Y, sin embargo, todo pende de un hilo. Precisamente por eso en este momento conviene preguntarse algo más. ¿Este golpe tan duro que nos ha dado la vida es simplemente un momento de dolor enorme tras que el reanudaremos nuestras actividades anteriores, dejándolo en un recuerdo que el paso del tiempo irá borrando?, ¿o lo leeremos como una invitación a vivir más profundamente sabiendo que cada día es único y queriendo hacer de la vida algo especial?
Como sacerdote, recibo con alguna frecuencia preguntas difíciles de contestar en momentos como este. Algunas personas cuestionan su fe. En realidad, mi vocación sacerdotal surgió a raíz de algo semejante a lo que le ha pasado a Álex. En medio del sufrimiento horrible, precisamente quizás porque se nos caen algunas defensas, se puede descubrir algo sorprendente. La sustancia que subyace toda realidad es amorosa. Solo el amor colma el vacío de la vida. En palabras del conocido escritor espiritual Pierre Pradervand (https://pierrepradervand.com/es/), “cada desafío, cada dificultad, cada prueba, contiene en sí misma un don secreto, incluso lo que pueda parecer totalmente destructivo”.
Mis sentimientos para sus padres y abuelos, y todas las personas que amaron y quisieron a Álex. Que puedan encontrar sentido a un dolor tan duro. Descanse en Paz.