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Avatar de Francisco Javier Miguel Sordo

Si se quiere obtener la esencia de las cosas, se requiere dedicar un tiempo para preparar el acontecimiento, de manera que nuestra voluntad, entendimiento estén en total disponibilidad para aprehender lo importante. De la misma manera, cuando acudimos a una entrevista, dedicamos tiempo a su preparación y en una conversación coloquial podemos expresar lo primero que se nos viene a la cabeza.

En el evangelio encontramos la respuesta a una de las preguntas claves que nos persigue en nuestra existencia y se formula en unos términos que nos recuerda que tenemos que ser como niños. Y no se trata de deambular en la inmadurez que a veces parece permanente en gran número de personas ni de responder de modo infantil a los desafíos y cuestiones varias.

Los niños confían en sus padres, se abandonan en sus brazos, no conocen el apego a los bienes materiales y la soberbia no les ha elevado sobre los que le rodean. Por el contrario, nos esforzamos por vivir como si Dios no existiera y nos guiamos según nuestros criterios o ponemos todos los límites que podemos a la acción divina. Y así conseguimos ocultar que la alegría verdadera, la que mana de las fuentes vivas, reside en responder y ser fiel a la vocación a la que somos llamados. San Ignacio de Loyola lo expresaba de manera magistral en un concepto que denominaba como " santo abandono ".

Muchas de las cosas, de los mensajes que nos rodean estos días parecen dirigidos a ocultar lo único importante: alegrarnos del Dios que se hace Niño y que es enviado para hacer cargo de cada uno de nosotros. Esto podría llevarnos a pedirle que nos enseñe a aumentar nuestro amor. Seguro que recuperamos la alegría y no solo por los éxitos, también por los fracasos, y así nos ponemos en sus manos, nos abandonamos a su providencia.

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