Coger la cruz
En la película Braveheart (Mel Gibson, 1995) hay un famosísimo discurso de William Wallace a los clanes irregulares y desorganizados de escoceses que contemplan desmoralizados al ejército más organizado, mejor armado y más numeroso de ingleses que se prepara para la batalla delante de ellos:
“Luchad y puede que muráis, huid y viviréis – un tiempo al menos –, y al morir en vuestro lecho, dentro de muchos años, ¿no estaréis dispuestos a cambiar todos los días desde hoy hasta entonces por una oportunidad, tan solo una oportunidad, de volver aquí para decirles a nuestros enemigos que puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán la libertad?”
Este discurso conecta con algo muy profundo en la naturaleza humana: la lucha constante entre, por un lado, nuestros ideales, que nos impulsan a hacer y afrontar nuevos retos, y nuestros miedos, perezas y comodidades, que nos llevan a la pasividad. Con frecuencia en la vida triunfan estos últimos. Un estudio de la Universidad de Cornell, EE.UU. (Davidai&Gilovich, 2018) sitúa en el 75% el número de personas que declaran estos sentimientos de remordimiento, pesar o arrepentimiento, por no haber actuado de acuerdo a sus ideales a lo largo de sus vidas.
En el Evangelio de este domingo (15/09/2024), Jesús plantea precisamente esta misma encrucijada. Como en muchas otras ocasiones, un texto aparentemente sencillo y breve esconde una mirada profunda sobre la realidad y una extraordinaria pedagogía. Jesús lleva sutilmente a sus discípulos a manifestar cuál su horizonte de referencia. Son nada menos que compañeros del Mesías, que es más que cualquier profeta o dirigente de Israel. Serlo conlleva ventajas indudables para su equipo de lugartenientes. El premio es participar como protagonista en el proceso de liberación de Israel.
Pero a continuación viene el quiebro clave de todo el mensaje cristiano. Seguir a Jesús tiene efectivamente una gran recompensa, pero hay un precio a pagar. Este precio está sintetizado en la frase: “Si alguno quiere venir conmigo, que se niegue a sí mismo, coja su propia cruz y me siga”. Muchas veces me he preguntado por el significado real de esta frase. Porque hay un seguimiento de Jesús que implica no pagar ningún precio. Es el seguimiento de sus valores, de la moral cristiana. Ayudar al prójimo, ser responsable, llevar una vida ordenada, dedicarnos a nuestra familia son conductas o hábitos que consolidan nuestro horizonte vital y cuyo beneficio todos podemos experimentar.
El problema viene cuando damos un paso más. Cuando nos conmovemos radicalmente con la injusticia, cuando sentimos en nuestras carnes el dolor de una historia humana que se parece al Día de la Marmota, en la que siempre se repite el triunfo de los mismos intereses, los deseos de poder o los egoísmos humanos. Una historia en la que llevamos vidas cómodas y privilegiadas mientras hoy mismo mueren personas inocentes en Sudán, Tierra Santa o Ucrania, por citar solo algunos lugares, o seguimos sin tomarnos realmente en serio (¿podemos?) los efectos negativos que causamos sobre el medio ambiente.
A lo largo de estos años he ido descubriendo diversos significados de la frase “coger mi cruz y seguirle”. Todos están relacionados, aunque cada uno tiene su profundidad específica. Coger mi cruz quiere decir seguirle en medio de las circunstancias de mi vida, sean de alegría o de enfermedad. Coger mi cruz es aceptar que si me tomo en serio el mensaje cristiano no todo el mundo lo va a entender, y puedo recibir críticas, afrontar una oposición dura y perder amistades. Coger mi cruz es también darme cuenta de mis propias dificultades y barreras, a pesar del idealismo de mis deseos. Es la dificultad de cambiarnos a nosotros mismos, que pongo en sus manos, para que Él haga donde yo no soy capaz de llegar.
El camino de las Cruces, detalle
Carlos Verger Fioretti, 1912
@Museo del Prado
Para reflexionar:
1. ¿Qué signfica para ti la expresión “el que quiera seguirme, coja su propia cruz y me siga”?
2. ¿Hay en tu vida una discrepancia entre tus ideales y tu modo de actuar?, ¿siempre ha sido así?
3. ¿Qué es lo que más te atrae de la moral cristiana? ¿a qué parte de ella no renunciarías?