Tengo un amigo – Rafa, antiguo compañero de estudios, que lleva unos años buscando el sentido de la fe, y esto le ha llevado a leer muchas cosas. Hace poco me recomendó un capítulo del libro “La fatal arrogancia” de Friedrik Hayek (1899-1992), famoso filósofo y economista de referencia del liberalismo, titulado “La religión y los guardianes de la tradición”, en el que el autor confesaba su rechazo al lenguaje religioso de tipo antropomórfico, esto es, que Dios se presenta con rasgos humanos. Al mismo tiempo, hay algo más, porque las normas morales, necesarias para la existencia de la sociedad, requieren de una fundamentación transcendente, esto es, más allá del utilitarismo o la conveniencia humana.
Este conflicto, entre lo que nos dice la razón y la intuición de que los seres humanos nos movemos en un marco de referencia más grande, está muy presente en el texto del Evangelio que escuchamos este domingo (26/05/2024). Es el final del Evangelio de Mateo, donde Jesús resucitado convoca a sus discípulos en un monte, y les encarga la misión de extender por todo el mundo la “buena noticia”. Esta misión, sin embargo, esta precedida de un apunte sorprendente: algunos de los discípulos dudaban. En el contexto parece entenderse que la duda versaba sobre el origen de la voz que escuchaban.
Esta duda, también presente en el famoso evangelio de la aparición a Santo Tomás, plantea una cuestión de mucho calado. La resurrección de Jesús es el inicio de la revelación cristiana, es su roca fundante. A la vez, la duda sobre si efectivamente sucedió, o qué realmente sucedió, parece un elemento estructural de la misma fe. ¿Por qué, si no, se destacaría en un texto tan importante?, ¿cuál es el mensaje que el texto nos quiere transmitir?
Una primera lectura es que, en el cristianismo, no cabe el fanatismo religioso. La fe tiene la capacidad de estructurar completamente la vida del hombre, de darla un fuerte sentido. A la vez, la tradición cristiana siempre ha defendido la armonía entre fe y razón. La tradición intelectual cristiana es impresionante. A pesar de ello, la relación entre la experiencia sensible y la lógica humanas y las verdades de la fe no es sencilla. Está siempre necesitada de una nueva reelaboración y profundización.
Quizás por esto el cristianismo es precisamente eso, un proceso de búsqueda, un continuo superar las fronteras de lo humano, un ir más allá de lo meramente material, que sabemos no llena nuestro corazón. Es la actitud de mi amigo Rafa, explorando nuevos territorios, a pesar de tener una responsabilidad que, de por sí, le llena la jornada. Quizás no termina de encontrar la respuesta que busca, pero va descubriendo nuevas razones para crecer, aprendiendo y seguir buscando.
Pero cabe una tercera lectura, derivada de la secuencia de la propia narración del texto: Jesús ha citado a sus discípulos; ellos se presentan, pero algunos dudan; sin embargo, todos reciben la misión universal. Más sutilmente, el texto sugiere que la resolución de la duda nunca va a suceder meramente a nivel de nuestros marcos mentales, ni de la interpretación de lo que perciben nuestros sentidos, sino de ponernos en marcha. No es necesario esperar a tenerlo todo claro, sino desear vivirlo.
La verdad de la fe se mueve, sobre todo, al nivel de la realización de la existencia. Esta también es mi experiencia personal. Impresiona profundamente ver que nos suceda lo mismo que nos narran los evangelios: que es posible vivir con poco, que existe la providencia, que recibes mucho más de lo que das cuando lo entregas todo. Es verdad que resulta difícil responder satisfactoriamente determinadas preguntas, pero eso no implica que las respuestas no sean ciertas.
Para reflexionar:
1. ¿Qué cuestiones o situaciones te hacen difícil creer?
2. ¿Tienes algún ejemplo de conflicto entre lo que te dice la razón y lo que intuyes o sientes a un nivel más profundo?
3. ¿Por qué nos resulta más fácil enredarnos en discusiones sobre la fe que vivirla?
Necesitaba muchísimo leer, hoy sábado, este post. Me quedo profundamente reflexionando con la frase "No es necesario esperar a tenerlo todo claro, sino desear vivirlo". Gracias Alberto
Alberto, gracias por hacernos reflexionar. Lo que comentas en tu párrafo final sobre cómo los comportamientos de Jesús, al repetirlos en nuestra vida actual, notamos cómo nos ayudan a realizarnos existencialmente es la conexión directa con el pensamiento de Hayek que cree que eso se produce en la sociedad en forma de evolución cultural en forma de prueba y error de comportamientos que funcionan. Lo que Hayek no puede imaginar es que Dios se hiciera hombre para distinguir aquellos comportamientos e instituciones que realmente funcionan en nuestras vidas, cualquiera que sea la circunstancia y el tiempo en que vivimos. Grande Hayek, pero claro Jesús es mucho más grande.