Falta de fe
El título de esta serie de escritos: Redescubriendo el cristianismo, tiene que ver con mi apreciación de que la teología que recibimos en nuestra experiencia cristiana no abarca la totalidad de las palabras de Jesús. Hay siempre un contexto, religioso, social, político… que marca una cierta dirección, que subraya más unos acentos que otros. El mismo Jesús ya advirtió que el paso del tiempo desvelaría el significado de algunas de sus palabras. Desde un punto de vista histórico esto es lo que permite avanzar la reflexión teológica, que sigue encontrando en los mismos textos sagrados nuevas fuentes de inspiración y comprensión, a pesar de – o quizás por – vivir en un mundo en continuo cambio.
El Evangelio de este domingo (07/07/2024) es uno de estos textos en los que quizás no nos hemos parado mucho a pensar. Jesús vuelve a su ciudad, Cafarnaúm, la comarca donde aparentemente vivió la mayor parte de su vida, y sus conciudadanos se sorprenden de sus palabras. Le escuchan con asombro, pero el estado de ánimo que les acaba embargando es el escepticismo o la sospecha. El texto concluye diciendo que, a causa de eso, Jesús no pudo hacer allí ningún milagro, “y se admiraba de su falta de fe”.
Pero, falta de fe, ¿en qué? A los ojos de sus contemporáneos Jesús era un hombre más.
Textos como este me resuenan especialmente porque vivimos en un contexto de gran pérdida de fe. Incluso muchas personas que se identifican como cristianas tienen dudas importantes, o viven la fe de forma muy personal, a la carta. Con mucha distancia afectiva respecto a la Iglesia. No he podido dejar de recordar a un gran autor del s. XIX, Ludwig Feuerbach (Alemania, 1804-72) que un libro ya clásico, La esencia del cristianismo, defendió una idea que hoy comparten muchas personas: Dios y la religión son una proyección humana. Para este autor, las personas proyectan sus mejores cualidades y aspiraciones en una entidad externa a ellos, creando así a Dios. Así, la teología es, en esencia, antropología. El estudio de Dios es, en realidad, el estudio del ser humano. La Iglesia una mera institución humana.
Creer que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, como afirma el inicio del Libro del Génesis; o lo contrario, que ha sido el hombre quien ha creado a Dios, son en apariencia afirmaciones irreconciliables, diametralmente opuestas. Pero en mi opinión, ambas apuntan en la misma dirección: el ser humano necesita un infinito. El ser humano sabe que, por muy difícil que sea, puede y desea vivir de otra forma; busca un horizonte, una referencia absoluta en su vida. Y ningún evolucionista ateo o agnóstico ha sido hasta ahora capaz de explicarlo de forma satisfactoria.
Dos luchadores
FRACANZANO, CESARE, hacia 1637
©Museo Nacional del Prado
En mi experiencia de vida he descubierto algo que, a priori, es contraintuitivo. Cada ser humano crea su propia realidad. O, en otras palabras, la realidad nos devuelve en gran parte aquello que creemos. Para quien el mundo es negativo y amenazador, el mundo se lo demuestra continuamente. Para quien se relaciona desde el amor y compasión, esto es también lo que las personas que le rodean le devuelven. Quien duda o no cree, encuentra continuamente motivos que confirman su opinión. Para quien cree, todo lo que nos rodea nos habla de Dios.
Pero entonces, ¿cuál es la causa de la dificultad? También lo sabemos todos: es la falta de convencimiento, las cadenas o ataduras que nos impiden dejar determinadas comodidades o afrontar algunos riesgos. Por eso, cada vez estoy más convencido que, en muchos casos, la falta de fe que nos rodea es en el fondo el resultado de un contexto cultural que nos desprovee del coraje para tomar determinadas decisiones en la vida, para vivir con coherencia algunos valores esenciales. No seamos ingenuos: hay muchos intereses que se benefician de ello.
Para reflexionar:
1. ¿Te identificas con lo que dice el texto sobre la influencia que tenemos sobre la realidad que nos rodea?
2. ¿Tienes dudas de fe?, ¿qué haces para intentar responderlas?
3. ¿Deseas vivir tu fe con más profunidad y coherencia?, ¿qué o quién te lo impide?