Las lecturas de este domingo (02/03/2025), último antes del inicio de la Cuaresma, abordan para qué de la existencia humana. En la tradición bíblica, el hombre está sobre la tierra para realizar el bien. El relato de la creación del libro del Génesis concluye con la frase “y vio Dios que todo era muy bueno” (Gn 1,31). Poco después, según el relato, entraría el pecado en el mundo, y con él las heridas en las relaciones no solo sociales, sino también con uno mismo y con la naturaleza. Los grandes sabios de la Biblia concluirían que el problema reside en el corazón del hombre que, misteriosamente, en algunos casos parece tocado de ese deseo de continuar y restaurar la creación de Dios y, en otros casos, parece encerrado en sí mismo.
Tanto el texto del Libro del Eclesiástico, como el Evangelio de Lucas, profundizan en este contraste utilizando la imagen de los frutos que da el árbol. Hay árboles que teniendo condiciones idóneas no dan buenos frutos. Y también los hay que, ofreciendo un fruto de aspecto muy atrayente, no tienen sabor. Por el contrario, otros árboles dan abundante fruto, a pesar de no estar en el mejor terreno.
El problema es que hoy la expresión “hacer el bien” se entiende coloquialmente, pero no resulta fácil de concretar para muchos. Ni nuestros dirigentes, ni en los medios de comunicación se observa ninguna exhortación en esta dirección, más bien al contrario. Domina el individualismo, o el propio interés. Quizás porque para muchos no hay ni bien, ni mal, todo es relativo o depende del contexto cultural de cada época o lugar. A lo único que podemos aspirar es entonces a que se defienda nuestra parcela de derechos y libertades, o a conseguir que esta se amplíe incorporando otros.
Sin embargo, nuestro lenguaje es profundamente moral. Está lleno de valoraciones sobre lo que nos sucede. Así hablamos de buenos o malos gobernantes, buenas o malas comidas, buenos o malos partidos de fútbol, buenos y malos profesores (y también alumnos). ¿No constituye todo esto la mayoría de nuestras conversaciones?
Sí, hay diferencias entre normas morales concretas según tiempos y lugares, pero ¿alguien le enseña a sus hijos que es bueno mentir habitualmente?, ¿o que no debe cumplir nunca su palabra?, ¿o que debe actuar de forma que las personas no confíen en él? Una mirada más profunda descubrirá que habiendo distintas concepciones sobre la vida, y también sobre el Misterio que llamamos Dios, existen entre los hombres muchos más acuerdos que diferencias. Hay una naturaleza humana común, aunque resulte luego difícil definirla. Esta es la base de muchas películas de Hollywood, que narran historias de carácter universal con trasfondo moral. Y las más taquilleras son aquellas en las que un héroe o héroes superan la adversidad, o triunfa el bien sobre el mal. Es decir, a pesar de todo, nos sigue atrayendo el bien.
Creo que nuestro reto en el s. XXI es no perder la referencia del bien, algo que tiene mucho que ver con nuestra felicidad. Están bien las películas, pero sobre todo necesitamos ejemplos de carne y hueso, que sean cercanos a nosotros, y que aborden la complejidad de todo el actuar humano. La imagen de los frutos del árbol es muy sugerente a este respecto. Sugiere de entrada que no es nada fácil cambiar nuestro corazón, especialmente cuando acumula muchas heridas y decepciones. Esto es lo que la Biblia llama “endurecimiento” del corazón. Pero también sabemos que no es imposible.
El ejemplo de Jesús es conmovedor. Nadie ha vivido y amado como lo hizo él. Visto el colapso moral en el que vivimos, esforcémonos en conocerle más y tenerle presente cada día. Vivamos con mayor compromiso nuestra fe cristiana, o nuestros valores, sean los que sean. Necesitamos ser maestros unos de otros, para ayudarnos a alzar la mirada y descubrir, cerca y lejos, el Amor que lo llena todo.
Muchachos cogiendo fruta, detalle
Francisco de Goya y Lucientes, 1778
@Museo Nacional del Prado
Para reflexionar:
1. ¿Por qué apenas se habla del bien y del mal en nuestro discurso público?
2. ¿Quién es o ha sido tu principal referencia o ejemplo en el orden moral?
3. ¿Cuál es tu película favorita?, ¿tiene alguna conexión con este texto?
Resulta de tal trascendencia la búsqueda de la Verdad, llegar a tener la certeza de ambas nociones, el bien y el mal, que la pérdida de su distinción nos introduce en una carrera sin límites y con los deseos elevados a la categoría de máxima referencia. El resultado inevitable conducirá a la persona, indefensa frente a la ideología de turno, reducido a seguir los vaivenes y a merced del poder del más fuerte, como una veleta cualquiera, obediente y anónima.
En ese sentido, acertaba plenamente el Papa Benedicto XVI, al acuñar la expresión " dictadura del relativismo " para desentrañar y poner sobre el tapete una de las corrientes que nos afecta más gravemente. Los dirigentes políticos, conscientes de los réditos que se obtienen cuando se desprovee a la persona de referentes sólidos, tratan por todos los medios de erosionar los vínculos, cuestionar los valores absolutos con los que el ser humano pueda afrontar las embestidas de la vida con garantías.
Pero esta cuestión no es novedad. Recuerdo la intervención en la que un dirigente político español en una intervención ante los jóvenes de su partido, les aleccionaba, afirmando que " no es la verdad la que hace libres, sino la libertad la que les haría verdaderos ". Y si volviéramos la vista más atrás, tanto como unos dos mil años, en el juicio a Jesús en el sanedrín, ya pregunta Pilatos: " Pero, ¿ qué es la verdad ?".
Los cristianos tenemos resuelto el dilema y la respuesta a la pregunta, pues sabemos y proclamamos que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. y a la búsqueda de la fortaleza para el camino, como peregrinos que somos, recurrimos a San Agustin, en el sermón en que afirma que " toda nuestra tarea en la vida, sea sanar los ojos del corazón para poder contemplar a Cristo ".