Sacrificio
La tradición cristiana celebra este domingo la gran fiesta del Corpus Christi o Cuerpo de Cristo. Inicialmente se realizaba en otro jueves, 60 días después del Domingo de Resurrección, pero, para no interferir con la jornada laboral, se ha pasado al domingo siguiente. El origen de la fiesta se remonta a las visiones místicas de una mujer del s. XIII, Juliana de Cornillón, un dato bonito en esta época en que queremos resaltar más el papel de la mujer en la Iglesia.
La procesión del Corpus en Sevilla.
CABRAL Y AGUADO BEJARANO, MANUEL
©Museo Nacional del Prado
Las lecturas de este domingo (02/06/2024) nos recuerdan, por supuesto, las palabras de Jesús en la Última Cena (“esto es mi cuerpo…, esto es mi sangre…”), pero también las sitúan en la tradición judía. Las tres lecturas: Evangelio, Libro del Éxodo y Carta a los Hebreos, utilizan un lenguaje de tipo sacrificial: hay una muerte que inaugura una nueva época, más justa y fraterna. Sin embargo, la palabra “sacrificio” hoy nos resulta extraña, incómoda. Para el periodista Pedro Vallín (La Vanguardia, 31/05/2024) hablar del sacrificio es un retroceso en el progreso de la humanidad. ¿Es verdaderamente así?
El profesor Angel Barahona (Madrid, 1948), comentando un imprescindible libro del antropólogo René Girard (1923-2015) titulado “El Sacrificio”, indica que este se encuentra en el origen tanto de las religiones como de la cultura humana. El sacrificio expresa la paradoja de nuestra sociedad, construida orgullosamente sobre la Ilustración, es decir, la razón y el derecho, cuando en realidad necesita la violencia para existir y desarrollarse. En otras palabras, toda cultura, incluida la occidental, se construye sobre víctimas que, además, son inocentes (Girard). La diferencia es que en Occidente las ocultamos, cuando las religiones antiguas lo hacían manifiesto. Conviene ser consciente de que no estamos hablando de acontecimientos pasados; el mecanismo sacrificial sigue muy presente en nuestra época.
Nuestro desarrollo tecnológico es un ejemplo muy sutil de ello. La mayoría de personas valoran tanto el progreso que convierten en invisibles las víctimas que genera. Personas cuyas vidas se ven afectadas irremediablemente por nuestros deseos de poder, de novedad, de estar continuamente en movimiento. Empezamos a ser conscientes de determinadas consecuencias: soledad, enfermedades psíquicas o, para lo más lúcidos, sus efectos sobre la distribución de la riqueza entre países e individuos. Pero no solo no nos planteamos cuántos inocentes pagan el coste de nuestras decisiones, sino que nos creemos superiores a las víctimas. El cambio climático, Ucrania e, incluso, la guerra en Gaza, son otros ejemplos en los que víctimas inocentes pagan por las acciones de los más fuertes. Fuertes que, como en la muerte de Jesucristo, se enfrentan en los dos bandos del conflicto.
En la interpretación cristiana, la Última Cena es el último y definitivo sacrificio, porque, al aceptar Jesús (el Hijo de Dios) morir en la cruz, no solamente se denuncian todas aquellas veces que los poderosos descargan su responsabilidad sobre terceros, sino que se revela que en nombre de Dios no se puede ejercer ninguna violencia. Pero la Última Cena es mucho más. En el Evangelio de San Juan el sacrificio es la expresión de todo lo bueno que hay en el ser humano: la capacidad de darse y aceptar algún coste por el bien de la persona amada: en la familia, por los más cercanos o desconocidos... En estos tiempos de fuerte individualismo, no es extraño que muchos lo rechacen, porque destapa su comodidad.
El sacrificio sigue formando parte inevitable de nuestra sociedad. Ocultarlo es una regresión frente al desenmascaramiento de las dinámicas de poder y muerte que siguen existiendo en la actualidad. Para Barahona el verdadero cristiano es el que acepta ser sacrificado para continuar lo que se reveló en la cruz de Cristo. Son palabras difíciles. Pero a mí me ayuda pensarlo y formularlo en otra clave: ser cristiano es vivir nuestro deseo de eternidad, no en primera persona, sino a través de la vida de otros.
Para reflexionar:
1. ¿Qué sentimientos o pensamientos te genera la palabra “sacrificio”?
2. ¿Te resulta fácil de explicar que Jesús murió por nosotros en la cruz?
3. ¿Te ayuda la formulación del sacrificio cristiano que te presento en este texto?