La experiencia más importante de los dos años que dura el Noviciado de la Compañía de Jesús es el mes de Ejercicios Espirituales. Una de las actividades a las que se nos invita en este periodo de silencio es la lectura de libros espirituales, entre los que destacan las biografías de hombres y mujeres relevantes en la historia de la Iglesia. Uno de los que elegí fue la vida de Edith Stein (1891 – 1942), judía, discípula preferida del filósofo Edmund Husserl (1859 –1938) que, después de leer a Santa Teresa de Jesús, se convirtió al cristianismo y se hizo monja carmelita. Edith vivió la época convulsa de los años anteriores a la Segunda Guerra Mundial, fue arrestada en Holanda por sus raíces judías y murió en el campo de concentración de Auschwitz. Me impresionó que la biografía relata el testimonio de una persona que la vio poco antes de morir, y que destacaba su serenidad en medio de la agitación de aquellos deportados con los que viajaba y entre los que circulaba el rumor del destino trágico que les esperaba.
Traigo a colación este recuerdo tras la lectura del evangelio de este domingo (23/06/2024), que nos narra, según el testimonio de Marcos (Mc 4,35-41), el episodio conocido como la Tempestad en el Lago. Este episodio es de los pocos que es narrado en los cuatro evangelios, si bien cada relato tenga sus propias particularidades. Remite a un suceso real cuyo significado hay que entender interpretar a día de hoy. La línea narrativa es la siguiente: Jesús y sus discípulos están atravesando el lago de Galilea y surge una fuerte tormenta que pone en riesgo sus vidas. Gracias a una intervención de Jesús, la tormenta súbitamente se pacifica y los discípulos llegan sanos a su destino.
Este texto nos habla del modo de vida de aquellas personas que empezaron a seguir a Jesús, de la intensa comunicación que había entre las dos orillas del lago, que reflejaban contextos culturales y religiosos muy diferentes, y del peligro repentino que podía suponer la travesía. Pero también hay una clara alusión alegórica a otro tipo de tormentas, que arrastran todo a su paso, incluidos nosotros.
Navíos en una tormenta
Wou, Claes Claesz, Segundo tercio del siglo XVII
@Museo del Prado
En esta línea hay tres posibles significados del texto. Uno se refiere a la convulsa historia de la humanidad, caracterizada por el conflicto ideológico o económico. Puede ser el nazismo, la guerra civil española o la fuerte polarización social o política de nuestra época. El segundo es en clave más personal, las dificultades o problemas de nuestra vida, que con frecuencia se acumulan y parece que no tienen salida. El tercero se refiere a la Iglesia, que a veces se asemeja a una pobre y vieja barca tripulada por unas pocas personas. En este caso, han contribuido al desencadenamiento de la tormenta las acciones criminales (e.g. abusos) de algunos de sus remeros.
El texto de este domingo nos recuerda que, por fuerte que parezca, la tormenta en algún momento se acaba. Hoy nos parecen un escándalo las cámaras de gas o que unos seres humanos fueran esclavos de otros. Nos preguntamos por qué determinado problema nos hundió tanto. O nos lamentamos que nos faltara el coraje para defender una persona o una convicción profunda que teníamos.
Buen conocedor de nuestra naturaleza frágil, Ignacio de Loyola tiene dos frases memorables, la más famosa es “en tiempo de desolación, no hacer mudanza”, que nos habla de resiliencia. La segunda nos invita a “ponerle mucho rostro a la tentación”, es decir, a luchar activamente contra la desesperanza. Es necesario apoyar nuestra vida en algo firme, en valores y convicciones sólidas. Sabemos que ayuda mucho sentirnos acompañados, pero a veces no es suficiente. El cristianismo nos invita a poner nuestra mirada en un hombre que vivió todo eso, que en un momento crítico se sintió abandonado, pero que buscó un amor tan grande que le dio sentido a todo. Experimentar esta presencia, en un retiro, delante de un sagrario, en la belleza de la naturaleza… a mí me ha resultado clave para seguir adelante..
Para reflexionar:
1. ¿Has vivido en algún momento alguna tormenta en tu vida que te ha hecho ver todo negro?
2. ¿Cómo has conseguido salir de ello, o conservas todavía alguna herida?
3. ¿Buscas o vives tu fe en Jesucristo como una roca en la que encuentras apoyo y consuelo?
Gracias Alberto. En la vida hay muchas tormentas que nos van dejando heridas. Creo que aprendemos a sobrellevarlo. Personalmente me agarro a las maderas que aparecen en mi camino y a una fuerza interna que me acompaña. Gracias por tus reflexiones
Hoy escuchaba un Webinar de hace unos meses donde una conferenciante tratando el tema del fracaso escolar, hacía referencia a un dicho del sur de España, "ser como un corcho ... parece que te vas a hundir pero siempre sales a flote". Y añadía, "todos somos corchos". Gracias por tus aportaciones.