Dentro del universo cinematográfico ocupa un lugar propio el género de los desastres naturales o las distopías que amenazan la humanidad. Desde Deluge (1933), que narraba la destrucción de Nueva York consecuencia de un terremoto y un tsunami, hasta el cambio climático en Armaggedon (1998) o The Day after Tomorrow (2004). También son peligrosos los asteroides (Greenland, 2020), los extraterrestres (Independence Day, 1996) u otras criaturas (El Planeta de los Simios, 1968-2017). Últimamente, la mayor amenaza somos nosotros mismos, sea por los virus o la tecnología (Matrix, 1997-2021).
Estos ejemplos muestran la angustia con la que miramos nuestro presente. Aunque sean ciencia ficción, o ambientadas en el futuro, siempre son expresión de miedos e incertidumbres muy actuales. Es la ambigüedad de un desarrollo tecnológico o económico que paradójicamente aumentan nuestra capacidad de destrucción, o necesita el consumo voraz de recursos naturales. También expresan la sensación de desmoronamiento del mundo que hemos conocido, consecuencia de cambios incesantes en valores y costumbres. Pero muchas películas tienen una finalidad terapéutica o esperanzadora. En las más taquilleras hay un héroe o héroes que superan la adversidad e inician una nueva etapa.
El origen de esta cinematografía se encuentra en el género apocalíptico que se desarrolló en el judeo-cristianismo durante los ss. II a.C. al I de nuestra era. Las lecturas de este domingo (17/11/2024), del profeta Daniel (Dn 12,1-3) y del evangelista Marcos (Mc 13,24-32) son un buen ejemplo. Sin embargo, se leen con incomodidad, quizás porque las imágenes que utilizan (ángeles que salvan o castigan, estrellas que caen, Hijo del Hombre sobre las nubes…) ya están muy lejos de nuestro imaginario cultural.
La Biblia está familiarizada con las catástrofes naturales (Diluvio de Noé, paso del Mar Rojo, destrucción de Sodoma y Gomorra), pero las vincula mucho más directamente a la maldad del ser humano. Quizás porque nuestro cine actual busca, denunciando determinadas injusticias o señalando determinados culpables, ensalzar el individualismo y el poder de la autonomía o la inteligencia humanas. En cambio, el texto bíblico está más interesado en la dimensión moral del pecado, en la que todos participamos, y en llamar a todos a la conversión y volver a poner los ojos en Dios.
Con todo, merece la pena leer en detalle el texto del Evangelio. Una sucesión de imágenes que recuerda el relato de la creación del Génesis (Gn 1), describe los siguientes fenómenos: “el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas se caerán y los astros se tambalearán”. En otras palabras, desaparecen todas las “lumbreras del cielo” (Gn 1,14-18). El mundo se queda literalmente a oscuras. Se aprecia, por tanto, la profundidad de este texto, que, al contrario de lo que muchos han pensado, no pretende tanto describir el proceso de evolución o aparición de los planetas y la vida sobre la tierra, sino la necesidad de poner luz en un mundo que tiende al caos y la entropía.
Pero, ¿qué hacer cuando no hay ninguna luz? El texto bíblico es mucho más dramático que las películas de Hollywood. El protagonista, sea Abrahám, Moisés o, sobre todo, Jesús de Nazaret, está solo en el momento importante. No hay un enemigo que te ataca o una riada de la que hay que escapar. Son más bien las sombras, la soledad o los miedos los que atenazan. La única salida es encontrar la luz en nuestro interior. O, mejor, encontrar que la verdadera compañía desgraciadamente no nos la damos unos a otros, sino la presencia misteriosa de Dios en nuestras vidas. Y ofrecer esta luz a los demás.
Os recuerdo el retiro que hemos lanzado los días 14 al 19 de enero de 2025. En el Castillo de Javier (Navarra). Si queréis más información, escribid a retreatradical@gmail.com.
Posición probable del Globo antes del diluvio, detalle
Francisco Díaz Carreño, 1890
©Museo Nacional del Prado
Para reflexionar:
1. ¿Qué mensaje te transmiten estas distopías o la última película que hayas visto?
2. ¿Te cuesta leer o entender estos textos bíblicos de carácter apocalíptico?, ¿por qué?
3. ¿Te has encontrado alguna vez en una situación de mucha oscuridad?, ¿qué te ha ayudado a salir de ella?
El miedo, una extraña sensación de temor por ciertos peligros que en muchos casos tienen su fundamento en ensoñaciones o en causas ajenas a la realidad, se ha ido extendiendo en nuestra sociedad. Existe en el imaginario de muchas personas con las que tratas una sensación de incertidumbre y miedo al futuro, al día después. Mientras, se extiende una confianza ciega en el avance tecnológico que se supone irá " in crescendo " y dotará al ser humano de instrumentos para dar solución a cualquier problema del ámbito que fuera.
Ante la realidad del peligro y temor al futuro se ofrece una salida en la evasión, la solución que propone el escape a cualquier precio, el disfrute en lo inmediato y de ahí a ver en lo efímero y el placer inmediato la prioridad absoluta va un paso.
Es cierto que la envergadura de ciertos retos y problemas que se nos presentan en ocasiones nos desbordan y son un golpe en la línea de flotación de nuestras creencias. Siempre ha pensado en las noches oscuras que muchas personas que alcanzan la santidad sufren y que azotan parte de sus vidas; es más, si estas personas experimentan este apagón, cuál será la manera certera de afrontarlo para todos los demás.
Y no es menos cierto que el miedo es contrario a la gracia y a la fe y que una de las manifestaciones más fecundas del amor de Dios es su providencia con nosotros y todo sucede para nuestro bien ( Romanos 8,28 ). Nos cuesta poner toda la confianza en el Señor , a pesar de que la fe es precisamente eso, la confianza que nos llevan a abandonarnos en sus manos y que ayuda a explicar el éxito o el fracaso, la tragedia o la alegría no con criterios humanos sino medios para madurar en la fe. Es todo un cambio de perspectiva .